En el entramado de la memoria histórica de Corrientes y de la Argentina, pocas voces poseen la autoridad y la profundidad de Enrique Deniri. Historiador, académico y capitán retirado del Ejército Argentino, Deniri ha dedicado su vida al estudio y la difusión del pasado provincial, construyendo un puente entre la investigación rigurosa y la divulgación accesible para la comunidad.
Su trayectoria incluye más de 25 libros publicados, artículos en medios provinciales y nacionales, y una activa participación como Director ad honorem del Archivo General de la Provincia de Corrientes y presidente de la Junta de Historia de la Provincia.
En esta edición de “El Entrevistador”, Rubén Duarte dialogó con Deniri para explorar con una mirada reflexiva razgos de identidad nacional.
—Bueno, vos sabés que este bloque me gusta mucho, me apasiona y lo voy a poner contra las cuerdas, Enriqueini, pero es un hombre que tiene más habilidad que Mike Tyson para esquivar los golpes y también para darlos. Así que voy a arrancar con la primer pregunta sin filtro en este momento de filosofar. ¿Todo está escrito, Enrique, o vamos eligiendo nuestro propio…?
—Yo no creo que todo esté escrito. Es el tema del vaso medio lleno y el vaso medio vacío. Según cómo lo mire, como dijo el español, en ese mundo traidor nada es verdad ni es mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira. O sea, que depende. O sea, los pesimistas van a ver una cueva de bandidos en el mundo. Los optimistas van a ver como un nido de ángeles. Así que este no… no, y si estaba escrito, se puede reescribir, se puede borrar y escribir de vuelta. O sea, eso es una de las grandece… las miserias del ser humano, que lo que tiene hecho toma esto. Hoy es, mañana no es, esta tarde no es.
—Enrique, según su mirada, ¿hay personas buenas, otras malas y algunas personas justas en esta sociedad?
—Sí, justas. Sí, creo que todos conocemos eso. O sea, y eso es una que es dependiente de la fortuna, de los estudias, de la ropa, del éxito. Hay malas personas, malas, cainitas, como decía Unamuno, ¿no es cierto? Gente que se arrancaría el ojo con tal de poder dejar ciego al otro, sobre todo porque tienen el principal motor que los mueve: la envidia, o el odio, o el rencor. Hay personas buenas que son ya demasiado buenas, ya lo pema, como se dice vulgarmente. Y hay personas que se hacen su propio camino, que empiezan —porque todos podemos cambiar—, empiezan siendo una cosa y terminan siendo otra. Hay personas que eran macanudísimas y a la vejezuela se vuelven insoportables y otras que eran malas personas que por alguna circunstancia particular cambian de un día para otro. Hay gente que no, que siempre fue igual, tiene un temperamento meteorológico, lo siente con buen tiempo.
—Claro, pero hay otros que no.
—Ah, sí. Yo creo que nosotros los argentinos tenemos mucho de cainitas.
—Hm. ¿Por qué?
—Tenemos mucha sangre española. Unamuno fue el que habló del Caín. La envidia, el resentimiento, ¿no es cierto?, el rencor. Y son sentimientos que son, digamos, estados de ánimo que nosotros los experimentamos fácilmente. Los italianos, o uno ve los bras… una tremenda tromba marina que se lleva muerto medio millón. Están todos bailando, eso es lo que tiene de envidiable. O sea, es una sociedad que para ser feliz también es meteorológica. Yo no le…
—Alguien dijo que las personas que son felices no tienen historia.
—Tal cual, tal cual, que no necesitan historia.
—Coincido.
—Y cuando uno más capacitado está, es menos feliz.
—Ya lo creo.
—Pero las personas felices no necesitan tener historia, porque se están muy ocupados yendo felices desde el…
—Claro, claro.
—Seguro que sí.
La amistad como valor y prueba de lealtad

—¿Qué importancia le da la amistad, Enrique?
—Total, total. Yo con mis amigos estoy daltonico. Como dijo un francés, si son tuertos veo solamente la mitad de su cara. Además, la amistad supera al parentesco. Inclusive esto es una cosa que yo aprendí mucho acá en Corrientes. El correntino tiene sus amigos de toda la vida que empiezan en la escuela secundaria habitualmente; la correntina también. Y eso es invalorable.
—Ahora, ¿cuántos amigos tiene de esos uno?
—Y a mí me alcanza una mano. Pero son esos amigos… el cuento de El conde Lucanor que discute con el hijo y vamos a ver quién tiene realmente amigos. Y vos sos yo, y bueno, matan un chancho, tenemos una bolsa y empiezan a recorrer pidiéndole a los amigos que lo ayuden porque mató a alguien y está muerto ahí. Y hay uno que está ahí y le dice: “Te voy a ayudar porque soy amigo de tu padre, pero no vuelvas más por acá.” Y otro que le dice: “Bueno, no, yo no quiero tener problemas.” Y otro que directamente, como lo agarran, dice que él fue el que mató. No sabe ni que es un chancho ahí. Y al final lo que pasa es que, bueno, lo que es eso, los amigos del padre, ¿no es cierto? Es “este es mi amigo”. Pues le decía yo: “Tengo un cuarto de amigo, medio amigo, de un amigo entero.” El amigo entero es el que él es responsable de la muerte, que después aparece el que creían que estaba muerto y que se descubre todo el embrollo ese. Todo el mundo contento. Pero es una buena muestra de lo que es la amistad.
—Seguro que sí.
—Sí. Yo he tenido un amigo en Goya que yo estaba pasando un momento económico… pero habituales entre nosotros en este país y con la actividad que elegimos, y mes de enero, 30 y pico de grados. Y entonces me dijo: “Mirá, vamos a hacer una cosa, vamos a vender mi…” conocemos juntar unos pesos para que vos tengas. “Pero vos estás loco.” “Y vos ves, chico, ¿cómo vas a sacar la heladera…?” y él quería vendérsela. Bueno, eso es un amigo. Y sí, yo creo absolutamente en la amistad como un valor supremo. Que el círculo de la amistad va disminuyendo en la medida en que los años avanzan, porque se van muriendo y ya no nos juntamos para tomar o para divertirnos. No. Hay otra cuestión también, que es que el paso del tiempo nos cambia a todos y por ahí no nos gustamos, ya nos reencontramos. Esa es justamente la amistad, cuando usted después de 20 años se encuentra con su amigo y es como si no hubiera pasado un segundo, un minuto, todo igual. Pero cuántos ven… yo tengo a un amigo así en esas condiciones que ahora está muriendo en el hospital militar y estoy todos los días… pienso mucho, mucho en él porque la pérdida para mí va a ser muy grande. Ahora perdí otro amigo que para mí era muy… fue el doctor Porta, que se murió ayer o anteayer. Era uno de ese tipo de amigos. Esa persona que… él mismo no iba y le… yo nunca le pedí nada, pero sé que mucha gente que necesitaba lo fueron a ver y él nunca le falló a ninguno. Eso no tiene precio. Además, es un seguro social, una mutual que existe antes que nada. Ya existía eso.
—Enrique, ¿nos enseñaron a pensar o a no cuestionar?
—Depende. Yo soy un iconoclasta porque mi familia… mi madre era una anarquista y mi padre no era un anarquista, era un hombre que hacía lo que él quería y estaba dentro de la fuerza. No le gustaba la… no cumplía, no iba a discutir, no la cumplía. O sea, depende. A mí me educaron esos padres y creo que hay mucho del español también en eso y del italiano. El italiano ese cabezudo que es un tipo que no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, y el español ni hablemos. No se le puede enseñar a una persona así eso… no se le puede enseñar a pensar por su cuenta, te guste o no te guste. Y bueno, el correntino tiene mucho de eso. Una vez que se le metió la idea en la cabeza, sobre todo si no es muy instruido, una vez que se hizo la idea de cómo es, como le parece a él que la cosa anda, cambiado.
—No sé si es bueno o no es malo eso, pero es lo que tenemos. A mí no me gusta la gente que está…
—Eso es lo que yo pienso que le pasa a los chinos, que son un pueblo sumiso. Hay pueblos que son sumisos. Los hindúes, no sé. A mí me gusta la gente rebelde.
—Mm.
—Tal cual.
—A mí también. Por eso cuando te dicen “así nomás” es como que no estoy de acuerdo con eso. Enseguida me quiero retobar, ¿no? Pero bueno. Enrique, como sociedad, ¿el prójimo, el otro, nos importa mucho, poco o nada?
—Yo creo que eso se va evolucionando. Ahora, por ejemplo, que yo tengo un problema grave de movilidad, hay mucha gente que viene a ayudarme. Me ven que quiero bajar a la calle y vienen a ayudarme a bajar porque… no es que no me gusta… no me gusta que me hagan las cosas, pero eso es parte del ser prójimo, esa generosidad con el que tiene un problema de ayudarlo o de dejar lo que están haciendo para venir a colaborar con el otro. Eso es bueno. Y yo creo que no siempre fue así. No sé o yo no lo veía antes. Lo veo ahora porque lo experimento, porque lo necesito a veces. No, no lo necesito. Eso la gente cree que me hace falta, pero es bueno, es grato.
—Enrique, la última. Soldado que huya a tiempo sirve para otra batalla.
—Yo he sido soldado muchos años.
—No hablo específicamente.
—Sí, no, no. Pero lo que pasa es que yo no tengo otra forma de verlo. Sobrevivir a toda costa y por encima de ciertas cosas. Yo no quiero sobrevivir, no deseo sobrevivir. Y me imagino que hay mucha gente que es como yo. A mí, por ejemplo, un sentimiento que hoy en día está totalmente abandonado y que para mí sigue siendo importantísimo es el honor.
—¿Qué es el honor?
—Es una cosa que no tiene precio, no se puede comprar, no se puede vender. ¿Cómo es que dijo el español? También: “Hoy ha sido menos valiente que ayer.” Sí, usted sabe si arrugó o no arrugó. Y ojo, porque se puede arrugar en una en una filtración amorosa. Todos hemos tenido… yo recuerdo alguno con pena personal y menosprecio, que una novia que tuve, en vez de ir y romper con ella viéndole la cara y diciéndole: “Te voy a dejar”, le mandé una carta. Eso es huir para otra guerra. Y esas cosas hoy en día me parece que no deben hacerse. Es esquivar el cuerpo, sacar el cuerpo, esquivar el bulto. El problema es lo que sucede con muchas cosas que son humanas. Usted solamente lo sabe cuando le pasa. Antes no puede saberlo. No sé yo. Depende de qué situación sea. La única situación que no podemos eludir es nuestra propia muerte.
—Seguro que sí.
—Todas las demás sí. Así que… yo diría que, bueno… digamos que, ¿cómo era la pregunta? Esquivar el bulto, cómo era… que huye sirve para otra batalla. El tipo de soldado que a mí me gusta es el que muere en el sitio. No sé si yo sería de esos, salvo que sea una retirada estratégica.
—No, no, no.
—Pero si esa retirada está planificada, es cuando usted ve que no le queda otro remedio. Digamos murieron con las botas puestas, como… como Hoster. Es una pregunta para planteársela todos los días, pero eso es… ¿usted habría sido menos valiente que yo? Hay momentos en que me tengo que jugar en situaciones laborales y yo no sé si… bueno, una vez lo hice, ¿no es cierto? Como dice la poesía de Kipling: “Tus ganancias poné en un montón, las riesgas en un golpe de azar y las pierdes y entonces, como bravo corazón, sin hablar de tus pérdidas vuelves a comenzar.” Si en la batalla puedes mantener alerta el pensamiento y el músculo tirante cuando todos los demás en derredor tuyo flaquean, menos tu propia voluntad que te dice adelante… Pero dijo todo Kipling, ¿no es cierto? Lo que pasa es que Kipling sabe porque la ética es lo que no se ve y la moral es lo que se ve. ¿Quién sabe dentro mío, no es cierto? Yo pensé… ¿te acordás la película esa, Kartum?
—Sí.
—Charlton Heston, cuando el tipo hace de Gordon y está llorando en el palacio este, digamos, de Cartón, sabiendo que viene el enemigo, que lo van a matar y está esperando la muerte. Bueno, ¿qué pensaba Edgar Sábal, el gobernador que quedó en Corrientes mientras este iba a pelear en… cómo se llama ahí… en Né, cuando murió de la peste ahí? Los demás todos dispararon. El famoso Segovia se las tomó. Él no, él se quedó y murió. Bueno, es una pregunta del millón esa. Da para un programa entero porque ya hay distintas hipótesis.
—Enrique, gracias por su amabilidad de siempre.
—A usted, Rubén.
