El licenciado José Enrique García Enciso, miembro de la Academia Argentina de la Historia, relata en diálogo con Cuarto Poder, por InfoDRadio 106.3 FM su investigación sobre el hundimiento del crucero General Belgrano durante la Guerra de Malvinas, expuesta en su libro “El Belgrano, la verdad hundida”. 

Reveló que el ataque fue una decisión deliberada de Margaret Thatcher, quien, al enterarse de que Argentina había aceptado la propuesta de paz de Belaúnde Terry, ordenó hundir el buque fuera de la zona de exclusión, pese a que no representaba amenaza alguna para la flota británica. Documentos secretos y testimonios, como el del legislador británico Tam Dalyell y el exjefe de inteligencia naval Robert Green, confirman que Thatcher falseó información para justificar el ataque y sabotear las negociaciones de paz.  

García Enciso detalló cómo colaboró con el periodista Desmond Rice y el parlamentario Dalyell para enviar pruebas a Gran Bretaña —a través de canales encubiertos— que demostraban la manipulación de Thatcher. 

Estos documentos, que incluían comunicaciones argentinas y testimonios militares, revelaban que el Belgrano se dirigía a Ushuaia y estaba a 14 horas de distancia de la flota inglesa. La premier, creyendo que las filtraciones venían de su propio gobierno, llegó a intervenir teléfonos de sus ministros. La investigación concluye que el hundimiento fue un acto político calculado para prolongar la guerra y evitar un acuerdo diplomático favorable a Argentina.  

Además, el autor desmontó el mito de que Gran Bretaña alguna vez consideró devolver las islas, señalando que usó como excusa la supuesta voluntad de los kelpers (habitantes de las Malvinas), una población implantada, y subrayó intereses estratégicos tras el conflicto: control de recursos pesqueros, rutas marítimas como el Estrecho de Magallanes y proyección hacia la Antártida. 

—Miembro de una importante institución de la historia en nuestro país, y estuvo presentando hace muy pocas horas en la Cámara de Diputados de nuestra provincia el libro “El Belgrano, la verdad hundida”. Licenciado José Enrique García Enciso, ¿cómo le va? Buenos días. ¿Cómo está?

—Bien, bien, muy bien.

—Bueno, un placer tener este contacto contigo y que nos cuentes de este libro, de tu investigación, y de lo que representa todo esto para vos.

—Sí, cómo no. Esto es una historia personal. Yo vivía en Mercedes, Corrientes, y en junio de 1981 me convocaron a integrar un equipo especial de análisis en Presidencia de la Nación para ver perspectivas de la cuestión Malvinas, y mi especialidad tenía que ser verla desde el punto de vista británico. Yo, bueno, salí entonces inmediatamente, me trasladé de Mercedes, Corrientes, a Buenos Aires y ahí me tocó una experiencia única que fue poder ver, digamos, en platea y en primera fila, cómo se gestó la cuestión de Malvinas, por qué sucedió, y después participar en las negociaciones con el general y posteriormente tomar contacto con los adversarios del general, que manifestaron —y están los documentos en el libro— que había claramente inclinado la balanza a favor de Gran Bretaña. Después me tocó estar el día que la Argentina aceptó la paz propuesta por Belaúnde Terry —están los documentos pertinentes—. En el momento de anunciar la paz, llegó la noticia del hundimiento del crucero General Belgrano, fuera de la zona de exclusión, con proa a Ushuaia y sin representar el más mínimo riesgo en ese momento para la flota inglesa porque estaba a más de catorce horas de navegación. Cuando se hundió el Belgrano, Thatcher hizo un comunicado diciendo que era un peligro inminente para los buques ingleses y que había estado penetrando la zona de exclusión. Todo eso era falso. Poco tiempo después vino a la Argentina un señor Desmond Rice, de nacionalidad sudafricana pero que vivía en Gran Bretaña, que había sido director de CEL y ahora se dedicaba a escribir. Y él venía a averiguar, y por una casualidad muy feliz pude ponerme en contacto con él. Él se puso en contacto conmigo; venía a averiguar qué había pasado con el Belgrano, porque Thatcher decía: “Lo hundí porque era un peligro inminente, y lo hundí justo en el momento en que se anunciaba la paz”. Thatcher dijo que no sabía nada de la paz, que no tenía ni idea de que habíamos aceptado la propuesta de Belaúnde, llamada de los Siete Puntos. Entonces establecimos una relación de mucha confianza. Él me dijo que trabajaba junto con un legislador británico, el más antiguo legislador de la Cámara de los Comunes, que desconfiaba profundamente de Thatcher, porque había visto que su versión de los hechos no coincidía en nada con otras versiones mucho más serias que él tenía, incluyendo el comunicado argentino del punto exacto donde había sido hundido. Y él sospechaba una gran mentira atrás de todo eso, y quería hacer una investigación para proponer el equivalente a un juicio político. Eso me llevó a trabajar mucho con Desmond Rice. Recibí autorización —yo había pasado de análisis a inteligencia— para ir enviando en forma secreta a Gran Bretaña toda la documentación que probaba esto. Era mucha documentación. Y establecimos un canal vía Holanda para que no fuera detectado por la inteligencia británica. Y no fue de hecho detectado nunca. Al punto tal que Thatcher creía que todos esos datos que nosotros enviábamos provenían de filtraciones de su propio gobierno, por lo cual mandó a investigar e intervenir los teléfonos de su propio ministro de las zonas exteriores, de oficiales de la Armada Británica, etcétera. ¿Cuál era el propósito? Bueno, quería llegar a la verdad, Tandael quería llegar a la verdad. Y él termina llegando a la convicción —que nosotros también teníamos— de que el hundimiento del Belgrano fue un hecho deliberado. Deliberado, en conocimiento, por parte de Thatcher, de que se había firmado la paz. Una paz que era honorable para ambas partes. Entonces la tarea fue contar, relatar todo esto en dos libros: uno se llama “Malvinas, cinco días decisivos”, otro “Thatcher y el Belgrano, la verdad hundida”, donde se cuenta todo esto, todo lo que estoy relatando, y se aporta la documentación necesaria para demostrarlo. En el caso de “Thatcher y el Belgrano”, lo que hice yo es traducir dos libros que me envió Tandael, el legislador británico, donde él cuenta todo esto, cuenta su investigación contra Thatcher, cuenta todos los datos que consiguió, cuenta cómo él fue descubriendo mentiras, muchas mentiras. Entonces yo, en el año 82, había traducido esos dos libros para la Secretaría General donde yo estaba —Secretaría General de Presidencia de la Nación— y ahora entonces decidimos publicarlos tal cual fueron traducidos en ese momento y con una explicación que hago yo antes de, digamos, comenzar la lectura de las traducciones de Tandael. Yo explico todo el contexto y qué es lo que pasó, con nueva documentación aún, porque el año pasado tuve la suerte también de tomar contacto con quien fue jefe de la inteligencia británica del Almirantazgo en el año 1982, que es el comandante Robert Green, que ahora tiene ochenta años y vive en Nueva Zelanda. Él me contó que ellos ya recibieron orden de zarpar, de preparar la flota, el día 10 de marzo, no el 2 de abril, y por eso pudieron zarpar el 3 de abril. Porque con un día de preaviso no puede zarpar semejante flota. ¿Y por qué era esto? Porque cuando desembarcan los obreros de Davidoff —un empresario que había comprado chatarra en las Islas Georgias— desembarcan con permiso de la embajada británica. El gobernador de las Islas Malvinas, que trabajaba para la… y además, decide no darse por enterado de ese permiso y decide apresarlos por la fuerza. Y además avisa a Londres que habíamos invadido las Islas Georgias. Y eso pone en marcha, el 10 de marzo, la preparación de la flota británica, que zarpa el 3 de abril. Todo esto me lo cuenta el jefe de inteligencia británica. Es un testigo de primerísima línea, del año pasado. Entonces yo lo pongo en el prólogo del libro para demostrar que esto es muy complejo. No fue un arrebato de locura. Se podría hablar muchísimo más de los antecedentes y se podría hablar de cómo nosotros vimos en la documentación británica que nunca existió el propósito de devolver las islas a la Argentina. Solo existía el propósito de hacer negociaciones que nunca llegaban a ningún lado, para evitar la presión de Naciones Unidas. Pero en sus propios documentos ellos dicen: “No, no las podemos devolver”. ¿Y qué argumento usan? “Bueno, estaríamos dispuestos a devolverlas, pero ustedes tienen que convencer a los kelpers”. Cosa que es un disparate, porque es introducir una tercera parte inexistente en las negociaciones entre Gran Bretaña y Argentina. Pero él no. Siempre dice: “No, el pueblo de las Malvinas” —que no existe porque son invasores—, “el pueblo de las Malvinas no quiere”. Entonces nosotros estamos dispuestos a arreglar todo esto, pero hay que convencerlos a ellos. Y ellos nunca van a ser convencidos. Por eso es que las negociaciones se empantanan. Y atrás de eso, intereses muy profundos: energía, pesca, proyección sobre la Antártida, control del Estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos, porque es la conexión entre los dos océanos, Pacífico y Atlántico. En fin, un tema sumamente complejo del cual hay muchísimo para analizar. Pero esto es lo que se cuenta en el libro.

“La mentira de Thatcher: el Belgrano no era un ‘peligro inminente’ para la flota británica”

—¿O sea que el hundimiento del Belgrano ha sido absolutamente innecesario y consecuencia de un capricho de Margaret Thatcher, podríamos decir?

—No, no. De una decisión política fríamente tomada. Con absoluta frialdad y sin ningún capricho. Thatcher siempre dijo que ella no podía aceptar la paz, sino que lo que teníamos que hacer era nosotros retirarnos sin condiciones, volver las legítimas autoridades —como ella las llamaba— al gobernador y compañía, y después de eso reanudar las negociaciones. Pero ella no iba a aceptar que pudiera haber una paz que no implicara que primero los británicos vuelvan a posesionarse de las islas. Cuando ella se entera de que esta propuesta de Perú había sido aceptada —que ella pensaba que no la íbamos a aceptar, o no la íbamos a aceptar tan rápido por lo menos—, no nos olvidemos que el 1° de mayo había sido el violentísimo ataque inglés, cuando comienzan los combates realmente. Ya había pasado el de Georgias. El de Georgias pasa en el momento en que estábamos negociando con Haig, y en Georgias se ataca al submarino “Santa Fe” para hundirlo. Eso me comentó el capitán del submarino. No para anularlo o para que vuelva a puerto: van a hundirlo. No lo pudieron hundir, pero van a hundirlo. ¿Por qué? Porque Thatcher, como no quería negociar, quería precipitar realmente la guerra. En el lado argentino se quería ver cómo lograr algo, algo bueno, pero después no se quería seguir con la guerra. Y Thatcher, a las diez de la mañana —nosotros aceptamos la propuesta de Belaúnde, esto era la una de la tarde en Londres—, ella estaba en antecedentes de la propuesta de Belaúnde. Cuando se entera de que aceptamos, por vía de su ministro Pym —ella siempre lo negó, ¿eh?, pero nosotros sabemos que es cierto—, cuando se entera de que aceptamos la paz, inmediatamente ordena al comandante de la Armada hundir un buque argentino. Y estaba el Belgrano ahí, porque el portaaviones no lo habían detectado. Entonces el Belgrano estaba ahí, fuera de la zona de exclusión y yendo hacia Ushuaia. Ella ordena hundirlo. Y le dicen: “No se puede hundir porque está fuera de la zona de exclusión”. “Bueno, ya, cambio las reglas de juego”. Sin una reunión de gabinete, sin una reunión de su equipo, ordena cambiar las reglas de juego y ordena hundirlo igual. Y el capitán del submarino se ve tan sorprendido que pide tres veces que le repitan la orden, porque dice: “Mire que está fuera de la zona de exclusión, ¿tengo que tirar igual?”. Se la repiten. Al hundirse el Belgrano, también se hunde la propuesta de paz de Belaúnde, que para la Argentina era muy, muy importante porque si bien la Junta acepta la paz igual, esa es la noticia, cuando se ve que posiblemente han habido mil muertos por ese ataque, se para con la aceptación que ya había sido dada de la propuesta, y bueno, y ahí prosigue la guerra.

“Documentos secretos prueban que Gran Bretaña preparó la guerra desde el 10 de marzo”

—Es muy valioso, muy impresionante, todo lo que contás de estos pormenores. ¿Hay documentación reservada o archivos clasificados todavía de la guerra de Malvinas?

—No, a esta altura no. Esto, como yo participé de ese equipo de primer análisis después de inteligencia, del cual se hace un juramento, compromiso de que por treinta años no se pueden comentar ningún documento reservado, pero a los treinta años la ley dice que deben ser dados a conocer. Y, de hecho, en 2012 se publica —en doce, no, en diecisiete tomos— todo lo concerniente a la investigación de la Comisión Rattenbach, donde están buena parte de estos documentos que entonces se hacen públicos. Y después hay otra cantidad de documentos que yo recibí autorización para mantenerlos en mi poder a efecto de seguir enviándolos a Gran Bretaña, que son los borradores que Rattenbach no había pedido —borradores, porque no le interesaban, le interesaban los documentos ya terminados—, y todos estos borradores prueban lo que yo digo. Está, por ejemplo, entre los documentos que yo tengo originales, el borrador de la conversación telefónica entre Galtieri y Belaunde, donde Galtieri dice: “Aceptamos su propuesta”. Y Galtieri, de puño y letra, pone con lápiz “en principio”, porque él dice: “La aceptamos, pero tenemos que hacer una reunión formal de la Junta a las siete de la tarde, y ahí damos a conocer al pueblo argentino que se ha logrado la paz”. Esos documentos los tengo yo con autorización. Con autorización, por esta tarea que estábamos haciendo de probar en Gran Bretaña que había sido hundido para evitar la paz. Y eso, por supuesto, una vez que se publiquen, se terminen de publicar toda una serie de libros con este material, van a ser donados a un archivo para que queden ahí.

—Quiero agradecerte mucho esta participación, lo que nos contás, y la verdad es que llama a la lectura este libro, que aparenta ser tan interesante y tan valioso desde el punto de vista histórico. Quiero que me corrijas: ¿sos miembro del Instituto de Historia de la República Argentina?

—Soy miembro de lo que se llama Academia Argentina de la Historia.

—Ajá.

—Que no es lo mismo que la Academia Nacional de la Historia.

—Sí.

—Son dos academias. La Nacional tiene vinculación con el Estado nacional; la Academia Argentina no tiene vinculación, digamos, con el Estado. Es una academia de carácter privado, por así decirlo, que ya tiene muchos años de existencia.  Y además, sí, estoy como miembro del Instituto de Historia Militar Argentina, corresponsal —digamos, corresponsal de Corrientes— y miembro pleno del Instituto de Historia Militar y de otros varios institutos de investigación y de temas históricos.

—Bueno, desde aquí te expresamos nuestro agradecimiento y nuestras felicitaciones, y vamos a conversar en el futuro para seguir profundizando en estos temas.

—Con todo gusto. Yo la recomendación que siempre doy es tratar de leer, si se puede, los dos libros juntos. Porque la cuestión es así: el primero lo escribí con el almirante Rótulo y se llama “Malvinas, cinco días decisivos”, donde relato todo lo que he dicho acá y están muchísimos documentos en el libro.

Y “El Belgrano, La Verdad Hundida” es como una continuación o complemento de “Malvinas, cinco días decisivos”, donde lo que se hace es traducir los libros de un escocés, miembro del Parlamento británico, que defendió la posición argentina y que sostuvo hasta las últimas consecuencias que Thatcher había sido culpable de ocultar al Parlamento la verdad sobre el Belgrano. Son como los dos una unidad, por así decirlo. Así que, y por supuesto, bueno, hay mucho más que conversar sobre cómo se planificó, por qué se planificó, qué datos teníamos de que el 3 de enero del ’83 iba a haber una jugada de autodeterminación… En fin, todos esos datos también son de valor histórico. Un trabajo muy valioso y una gran tarea.

—Muchas gracias, José Enrique.

—Al contrario, Jacinto, un gusto hablar con vos y compartir un rato de esta linda mañana correntina, que está tan soleada y con un cielo tan lindo. Así que, buena mañana y muchas gracias.

—Un abrazo y hasta pronto. Dialogamos con José Enrique García Enciso.

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